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Rabu, 28 Desember 2016

Kekholifahan Qurtubah Andalusia

Califato de Córdoba, territorio gobernado desde la ciudad de Córdoba por los califas de la dinastía Omeya y, por extensión, nombre del periodo de mayor apogeo de al-Andalus, que a lo largo de un siglo de existencia, desde el 929 hasta el 1031, marcó el cenit de la influencia del islam andalusí dentro y fuera de la península Ibérica.

Conquista y ocupación

En el año 711 se interrumpe el proceso de feudalización a causa de  la conquista musulmana. Se asientan nuevos pobladores y gran parte de la población indígena se refugia en el Parque Natural Montes de Málaga. 

Tras la derrota del rey Rodrigo a manos de Tarig Ibn Ziyad comienzan ocho siglos de historia en los que Málaga pertenecerá al mundo islámico. Este hecho conllevará una evolución diferente de la sociedad en comparación con la que se está llevando a cabo en la Europa del momento, la feudal. 

Arquitectura, viviendas sin fachadas orientadas al interior, artesanía, comercio y agricultura para el abastecimiento de los centros urbanos, son algunas características de este período. 

El proceso de islamización que se produce durante los siglos VIII y IX impulsado por la nueva dinastía de los Omeyas, se va a enfrentar con la resistencia de los grupos tribales, así como de los herederos de la aristocracia visigoda.

La rebelión más importante contra el Estado Omeya, será la que protagonicen, a finales del siglo IX y principios del siglo X, Omar ben Hafsún y sus hijos, cuyo centro se situó en la provincia de Málaga, concretamente en Bobastro. Esta revuelta supuso el último intento de Al-andalus de mantenimiento de los privilegios de tipo feudal por parte de la aristocracia de origen hispano-godo, que se vio destinada al fracaso al carecer de base social que la sustentara, ante el progreso de la islamización en el conjunto de la población.

Málaga bajo el Califato de Córdoba

La caída de Bobastro impone el sistema islámico con la proliferación de alquerías en el mundo rural, así como la intensificación del regadío.

El califato brilla con prosperidad hasta el año 976 en el que muere al-Hakam II y sube al trono su hijo menor de edad. La crisis política da lugar al fraccionamiento de los reinos de Taifas. En ellos había diversos califas.

Es en este período en el que se construye la Alcazaba de Málaga, uno de los momentos más importantes de la ciudad y en buen estado de conservación. 

La integración de los sucesivos imperios bereberes de almorávides y almohades, desde finales del siglo XI hasta bien entrado el siglo XIII, contempla la definitiva implantación de las tierras y la ciudad de Málaga en el ámbito del occidente mediterráneo.

El emirato dependiente
Tras la rápida y exitosa ocupación por parte de los árabes de la Península Ibérica - a la que dieron el nombre de Al-Andalus- se abre una nueva etapa en la historia de España. Una fase de ocho siglos de guerras, paces, enfrentamientos, intercambios culturales, mestizaje, etc. entre dos culturas y dos religiones.

Al-Andalus es una denominación muy empleada pero vaga en cuanto a sus limites geográficos y cronológicos. Si bien los árabes denominaron así a la tierra ocupada al comienzo, que era casi toda la Península, a medida que estos territorios eran conquistados por los reinos cristianos el término se iba adaptando a estos nuevos espacios, llegando a asociarse, en los últimos siglos de la Reconquista, sólo al sur de la Península (aproximadamente coincidiendo con la actual Andalucía)

Desde el principio hasta 756, Al-Andalus fue un emirato dependiente del califato de Damasco. Abd al-Aziz ben Musa ben Nusayr (714-716), es decir, Abd al-Aziz hijo de Musa hijo de Nusayr, fue el primer emir (título equivalente al de príncipe entre los cristianos) español.

Abd al-Aziz se casó con Egilona, viuda del rey visigodo don Rodrigo muerto durante la vana defensa de su reino. Dados los escasísimos efectivo árabes que ocupaban la Península en relación con la población autóctona, adoptó una política tolerante con el fin de ganarse la adhesión de los habitantes hispano-romano-visigodos.

Los primeros cuarenta años de permanencia musulmana en España es un periodo bastante confuso. Los hitos más destacables son quizás, el intento de expansión al norte de los Pirineos, protagonizado por el valí al-Gafiqí que cayó en la batalla de Poitiers ante los francos de Carlos Martel (732).

Fueron años en que se fue consolidando una tímida resistencia en las montañas de Asturias que daría paso al reino Asturiano primero y Astur-Leonés posteriormente, que tanta importancia tendrían, al pasar el tiempo, en la expulsión del poder musulmán de España.

Esta nueva organización cristiana se ve alentada gracias a las revueltas y luchas intestinas entre sirios, árabes, beréberes y demás musulmanes que se producen a mitad del siglo VIII.

El emirato independiente de Córdoba

Parecía que Al-Andalus no era capaz de organizarse de forma efectiva por los continuos enfrentamientos y problemas políticos internos cuando apareció providencialmente un príncipe Omeya que sería clave para el devenir de Al-Andalus. Se trata de del príncipe Abd al-Rahmán, único superviviente de la matanza de la familia Omeya, ordenada por el nuevo califa abasí.

Abd al-Rahmán, el Inmigrado, obtiene el poder efectivo de Al-Andalus y se convierte en el primer emir independiente (756-788). Abd al-Rahmán I tuvo que hacer frente a una violenta oposición, que siempre reprimió con energía, demostrando sus dotes de político y de militar. Córdoba le debe muchas de sus bellezas y la iniciación de las obras de la gran mezquita.

En su tiempo (778) se produjo la derrota de Carlomagno en Roncesvalles, fuente de leyendas y cantos épicos.

Al-Rida es el sobrenombre del segundo emir independiente, Hisham I (788-796) hijo del anterior. De vida corta, su mandato estuvo caracterizado por sus aceifas (campañas estivales) contra los cristianos. El botín conseguido le permitió continuar las obras de la mezquita cordobesa.

Tanto al-Hakam I (796-822), como Abd al-Rahmán II (822-852) y Muhammad I (852-886) tuvieron que sofocar numerosas rebeliones internas, como la "jornada del foso", la "revuelta del arrabal" o la de Umar ben Hafsún, esta última heredada asimismo por los sucesores de Muhammad.

Probablemente, fueron estas revueltas internas y el desapego a las menos fértiles tierras del norte lo que provocó en todos estos emires un gran error estratégico que costaría a Al-Andalus su desaparición. Nos referimos a que las aceifas con que los ejércitos del Emirato castigaban a los reinos cristianos, nunca tuvieron un verdadero anhelo de conquista y asentamiento. Así, los reinos y condados cristianos se podían recuperar y reconquistar cada vez más territorios hacia el sur. Ya por estos años, la frontera efectiva estaba en el Duero.

El califato independiente

Los emires omeyas de al-Andalus nunca consiguieron dominar las tensiones internas producidas por la heterogeneidad racial y tribal de los elementos que tenían bajo su mando.

En el exterior, además, la presión de los reinos cristianos aumentaba atizada por un lógico deseo de reconquista.

En ese panorama surgió una gran figura, Abd al-Rahmán III que gobernó Al-Andalus durante medio siglo (912-961).

Abd al-Rahmán III dedicó los primeros años de su mandato en someter exitosamente a los rebeldes internos y luchó por fortalecer su autoridad.

También dedicó grandes esfuerzos en acabar con la insolente amenaza cristiana. Aunque no lo consiguió, pues sus campañas se repartieron entre grandes victorias y sonadas derrotas (Simancas), se hizo suficientemente fuerte como controlar al enemigo.

Fue entonces, en el año 929, cuando Abd al-Rahmán III se proclamó califa y se asignó el título de "príncipe de los creyentes". Este hecho tuvo gran importancia pues al nombrarse califa, concentraba no sólo el poder político en su persona sino el religioso, desligándose definitivamente de Bagdad y alcanzando una soberanía absoluta sobre sus tierras y un prestigio enorme entre sus súbditos.

Con Abd al-Rahmán III la situación de Al-Andalus mejoró en todos los órdenes. Hay unanimidad en considerar a este primer califa ("lugarteniente del Profeta") como el más notable de los gobernantes omeyas de España. En el aspecto intelectual brilló igualmente. La Córdoba de sus tiempos era el asombro del mundo. Con los cristianos lo mismo que con los judíos, se mostró tolerante. Le sucedió su hijo, el culto al-Hakam II (961-976), al que había nombrado su sucesor diez años antes.

El siguiente califa fue Hisham II (976-1016) personaje sin luz propia pues fue eclipsado por Abu'Amir Muhammad ben Abi 'Amir al-Ma afiri, quien luego recibió el título de al-Mansur billah (Almanzor)

Almanzor fue el primer ministro del califa Hisham II, pero realmente fue el auténtico señor de Al-Andalus.

Almanzor ha quedado plasmado en la historia como un extraordinario militar implacable en su ataques de Guerra Santa a los cristianos del norte, que lo llegaron a considerar como un verdadero azote de Dios. Sus biógrafos le caracterizan como un hombre extremadamente piadoso que concentró sus mayores energías en atacar a los enemigos del Islam.

Almanzor organizó durante su gobierno más de una cincuentena de aceifas. Lo hacía con sumo cuidado y recabando ejércitos dotadísimos que asolaron en repetidas ocasiones las más importantes ciudades y los más venerados centros religiosos cristianos. Entre sus incursiones más importante podemos citar la que destruyó León, capital del reino astur-leonés, Pamplona, Barcelona, el Monasterio de San Millán y por supuesto, la de Santiago de Compostela, recordada históricamente, entre otras cosas, porque hizo llevar las campanas de su iglesia hasta Córdoba a hombros de cautivos cristianos.

La gran paradoja del gobierno de Almanzor es que debilitó tan decisivamente la autoridad de la figura del califa que a medio plazo cavaría la tumba del califato.

Fin del califato y comienzo de los reinos de taifas

Y es que tras la muerte de Almanzor (1002) los problemas sucesorios y de gobierno de Córdoba llevarán al califato a una situación insostenible incluyendo una verdadera guerra civil en el año 1010.

Oficialmente, no obstante, el califato siguió existiendo hasta el año 1031, fraccionándose entonces en un conglomerado de pequeñas organizaciones políticas que reciben el nombre de reinos de taifas (que significa "gobernaciones").‎

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