El reino nasrí de Granada fue el único que sobrevivió al proceso reconquistador cristiano del siglo XIII. Surgido a consecuencia de la fragmentación del poder almohade, abarcaba una franja de territorio a lo largo de la costa, desde Tarifa hasta Almería y desde el Mediterráneo hasta poco más al norte de Granada, comprendiendo otras ciudades importantes, como Málaga.
Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr (1231-1273), fundador del reino Granada que remontaba su ascendencia a una antigua tribu árabe, fue reconocido en 1231 como gobernante de su ciudad natal de Arjona, al norte de Jaén, extendiendo su poder en 1232 sobre Jaén y Guadix. Es probable que ayudase a Fernando III en la conquista de Córdoba en 1236, a cambio de que le fuese permitido apoderarse de la ciudad de Granada y su territorio, lo que realizó en 1238. Un tratado de paz con el rey castellano le obligó a reconocer la soberanía de Fernando, a prestarle ayuda militar y a pagar un fuerte tributo anual.
El reino de Granada llevó una precaria existencia, amenazado por los marínies de Marruecos al sur y por los cristianos al norte. A pesar de ello, Ibn Nasr pudo consolidar su posición, manteniéndola mediante alianzas alternativas con ambos poderes. Granada se convirtió en una importante ciudad, centro cultural de primer orden, en la que Ibn Nasr comenzará la construcción de un conjunto de edificios sobre una antigua fortaleza denominada al-Hamra('Alhambra').
Muhammad II(1273-1302), hijo de Ibn Nasr, conocido como faqih ('jurista') en materia religiosa, intentó sacudirse el dominio cristiano de Alfonso X y de Sancho IV. Recibió con este fin ayuda de los mariníes, iniciándose un período de colaboración entre Granada y el norte de África. A su muerte, su sucesor Muhammad III(1302-1309), erudito, poeta y constructor de la Gran Mezquita de la Alhambra, dejó el gobierno en manos de un visir, hasta que fue depuesto por su hermano Nasr.
La situación de Granada se agravó durante el reinado de Nasr (1308-1313). Castilla tomó Algeciras y Gibraltar en 1310, volviendo el reino a ser tributario de los castellanos. Por otro lado, las desavenencias internas terminaron con el derrocamiento de Nasr por su sobrino Ismail (1313-1325), quien consiguió frenar el avance cristiano y fue, a su vez, asesinado por el gobernador de Algeciras.
El hijo de Ismail, Muhammad IV (1325-1333), reconquistó Gibraltar y otras plazas a los cristianos. Su hermano,Yusuf I(1333-1354), fue elevado al trono por el poderoso ministro Ridwan. El cronista Ibn al-Jatib lo describe como hombre cauteloso. Alentó a los musulmanes de Marruecos para que llevasen a cabo una reconquista de la península, permitiendo al rey de Fez desembarcar en Gibraltar. A su encuentro salió un combinado de fuerzas de Portugal, Aragón y Castilla que derrotó a las tropas islámicas cerca del río Salado en el año 1340.
(Véase Batalla del Salado).
Los sucesores de Yusuf I gobernaron entre intrigas palaciegas y divisiones internas, manteniendo una política de alianzas y enfrentamientos alternantes con norteafricanos y cristianos. Los reinados de Muhammad V (1354-1359) y Muhammad Ibn Ismail (1360-1362), se caracterizaron por la mediocridad en la gestión, de la que se saldría durante el mandato de Muhammad VI (1362-1391).
Tras Yusuf II (1391-1392), Muhammad VII (1392-1407) verá el comienzo de una política cristiana encaminada a terminar deliberada y definitivamente con el reino independiente de Granada, política que continuará durante el reinado de Yusuf III (1408-1417). Con Muhammad VIII las luchas civiles se hicieron más frecuentes; de hecho, su reinado quedó partido en tres períodos, 1417-1428, 1430-1432 y 1432-1444, entre los cuales gobernaron Muhammad IX (1427-1429) y Yusuf IV (1432).
A finales de la primera mitad del siglo XV, los granadinos no podían contar ya con la hipotética ayuda de los mariníes de Marruecos, sumidos en graves crisis y anarquía. Pidieron ayuda a Egipto y a los otomanos, tras su conquista de Constantinopla en 1453. Aislados tras la definitiva caída de Gibraltar en 1462, última avanzada entre Granada y África, los reinados de Sad Ibn Ali (1445-1446) y Ali (1462-1482) se caracterizaron por las disputas internas en torno al poder, mientras que los reinos cristianos caminaban hacia su unificación.
En 1485 subió al trono Abu Abd Allah Muhammad (Boabdil), hecho prisionero por los cristianos ese mismo año y liberado dos años después mediante fuerte rescate y el reconocimiento de la soberanía de Fernando de Aragón sobre Granada cuando volviese a ocupar el poder. En 1487 comenzó el segundo período del mandato de Abu Abd Allah, que durará hasta la caída de Granada en 1492.
La debilidad de la monarquía nasrí y la enorme potencia cristiana tras la unión de los reinos de Castilla y Aragón (1479) pondrán el punto final al reino independiente. La conquista sistemática de todas las plazas del reino culminó con el cerco de la ciudad de Granada en 1491, capitulando el 2 de enero de 1492.
El tratado de rendición acordado para la entrega de Granada incluía unas condiciones aceptables para los vencidos: se garantizaba la seguridad de las personas y propiedades; los musulmanes serían juzgados por sus propias leyes; se admitía el funcionamiento de mezquitas y otras instituciones religiosas, dando libertad de culto y otras prácticas; no permitía a los cristianos la entrada en las mezquitas ni en los hogares de los musulmanes; ponía en libertad a todos los prisioneros de Granada; admitía la emigración a África de todos los que lo desearan; no se castigaría a los conversos; eximía a los musulmanes de dar hospitalidad a los cristianos; concedía a los musulmanes libertad de movimientos en territorios cristianos.
Lo acontecido en las décadas siguientes a la caída de Granada dejó en papel mojado las cláusulas del tratado de rendición. La persecución y dura represión de la personalidad cultural del pueblo musulmán, de su religión, creencias, costumbres y lengua, forzaron a la conversión al cristianismo o al éxodo hacia el norte de África, en la mayor parte de los casos, o a la rebelión.
Vida cultural en la España islámica
Los cronistas señalan como principales centros intelectuales los grandes núcleos urbanos: Córdoba, Sevilla, Toledo, Zaragoza, Granada, Málaga, Almería o Guadix. Los centros de menor población contaban con escuelas primarias. El alto nivel alcanzado por la enseñanza quedó también patente en la corte desde el acceso al poder de los omeyas. En ella desarrollaron su actividad educadora juristas, gramáticos y poetas.
La enseñanza elemental, basada en relaciones de carácter privado entre un instructor asalariado y los padres de los alumnos, se orientaba en torno al Corán. Su finalidad era que los niños tuvieran una correcta escritura, buena dicción, recitaran armoniosamente los textos sagrados y supieran marcar los acentos y pausas al hablar. Este aprendizaje, muy extendido socialmente, facilitaba el acceso a una enseñanza más compleja.
La universidad islámica (madrasa), existente en Oriente desde el 1065 (Bagdad), no aparece en al-Andalus hasta el siglo XIV. Yusuf I fundó la de Granada en 1349, a donde acudieron maestros magrebíes. Las materias religiosas y disciplinas afines ocupaban un lugar preferencial; se enseñaba además derecho musulmán, gramática y poesía.
Las bibliotecas alcanzaron enorme importancia. La de al-Hakam II tenía un catálogo de cuarenta y cuatro registros de cincuenta folios cada uno. Este patrimonio cultural no desapareció totalmente tras la dinastía omeya. Pese a su dispersión durante el período de los primeros reinos de taifas y a su expolio en épocas de mayor intransigencia religiosa, como la de los almorávides, sabemos de la existencia de recopiladores de manuscritos y de la actividad de los copistas hasta la desaparición del reino nasrí de Granada.
Los estudios filológicos dieron lugar a numerosas obras. A finales del siglo VIII e inicios del IX se introdujeron manuscritos orientales de gramática: esta disciplina recibió un gran impulso tras la llegada a Córdoba, en el 941, del filólogo iraquí Abu Alí al-Qali, del que destaca su obra El libro de las rarezas del lenguaje. A principios del siglo XI se hizo famoso por su conocimiento de la lengua árabe el cordobés Ibn al-Iflili.
En la época de los taifas, el gran maestro de la gramática fue el murciano Ibn Sida, entre cuyos tratados debe mencionarse el Mujassas, diccionario analógico en diecisiete volúmenes. Otros gramáticos prestigiosos fueron Ibn al-Sid al-Batalyawsi (Badajoz, 1052-1127), Umar al-Salawbini (Salobreña, muerto en 1271) e Ibn Malik (Jaén, 1203-1274).
El género biográfico se desarrolló a partir del siglo X en la Córdoba califal. Muhammad Ibn al-Harit al-Jusani, originario de Cairuán, escribió una historia de los juristas cordobeses que abarcaba hasta el 968. Esta literatura tuvo un continuador en Ibn al-Faradi (962-1013), que redactó una Historia de los varones doctos de al-Andalus.
Continuador de al-Faradi es Ibn Baskuwal (1102-1183), autor cordobés cuya obra al-Sila comprende una serie de mil cuatrocientas biografías de hombres de letras que vivieron entre los siglos V y XII. Ibn Abd al-Malik al-Marrakusi (1237-1304) compuso un diccionario biográfico de los intelectuales andalusíes hasta la segunda mitad del siglo XIII.
Uno de los géneros más cultivados por los musulmanes andalusíes es el de la Historia. En el siglo IX recopilaron textos anónimos de carácter legendario, pero la primera aportación fidedigna es la de Abd al-Malik Ibn Habib (muerto en 852).
El primer historiador andalusí verdadero fue Ahmad al-Razi (muerto en 955), cuya Historia de al-Andalusfue publicada en español con el títuloCrónica del moro Rasis. Ibn al-Qutiyya (muerto en 977) escribió la historia de al-Andalus desde la conquista hasta el fin del reinado del omeya Abd Allah. Con los reyes taifas destacaron Ibn Hayyan (Córdoba, 987-1076) y sus contemporáneos, Ibn Hazm y el toledano Said.
En tiempos de los almorávides y almohades, la historia de al-Andalus y la del norte de África aparecen imbricadas en las crónicas dinásticas. Destacan el granadino Ibn al-Sayrafi (1074-1162), Ibn Galib, que vivió en la Granada del siglo XII, Ibn Sahib al-Salat (muerto hacia 1198) e Ibn al-Qattan, que escribió a mediados del siglo XIII una crónica de al-Andalus y el Magreb. Sobresalen especialmente Abd al-Wahid al-Marrakusi, que en torno al año 1217 redactó el Libro admirable en el resumen de las cosas de occidente, e Ibn Idari al-Marrakusi, que escribió, a caballo entre los siglos XIII y XIV, el al-Bayan o Historia general del Magreb y al-Andalus.
En la época nasrí, la historiografía oficial estuvo representada por Ibn al-Hasan al-Nuhabi, pero es a la segunda mitad del siglo XIV a donde pertenece la obra histórica más notable, la de Lisan al-Din al-Jatib (1313-1375), historiógrafo, geógrafo, estadista, literato y médico. Destacan dos de sus obras, compuestas en forma de anales, la Lamha, crónica de los reyes de Granada, y la Ihata, enciclopedia de la historia granadina.
Un género de extraordinaria importancia en la España islámica medieval es el de la literatura geográfica. En buena medida inseparable del género histórico, fue cultivada por gran parte de los historiógrafos andalusíes. Así, Ahmad al-Razi fue el artífice de la eclosión de la geografía andaluza. Destacarán de manera especial Ahmad Ibn Umar al-Udri (1002-1085), Muhammad al-Hammudi (muerto hacia 1165), famoso por el nombre étnico de al-Idrisi. Compuso el Libro de Roger, en el que, partiendo de una división del mundo en siete climas, estudió todos los componentes geográficos de cada una de las regiones que los componían, de este a oeste.
A partir del siglo XII surgió en el occidente musulmán un género original: el libro de viajes. Su primer maestro fue el valenciano Ibn Yubayr (1145-1217), adoptando nueva vida los relatos de viajes en la segunda mitad del XIII con Ibn Rusayd. Deben ser mencionados, asimismo, varios autores que vivieron en el siglo XIV: Jalid al-Balawi, Ibn al-Jatib e Ibn Battuta, que dotó al género de nuevas perspectivas.
Un género literario procedente del oriente musulmán contó con enorme aceptación en al-Andalus: el Adab. De gran valor pedagógico, comprende el conjunto de conocimientos de un hombre culto y pretende, a la vez, instruir y distraer. Alcanzó popularidad con Ibn abd Rabbih (860-940), autor de El collar, especie de enciclopedia que ordena los conocimientos útiles que forman la cultura general.
La poesía arábigo española se inicia escasos años después de la conquista. Su inspiración se basaba en las obras orientales, desde las odas preislámicas hasta las recopilaciones (diwan) de poemas de los poetas neoclásicos. La capital de la dinastía omeya, Córdoba, se convirtió en foco de intensa actividad poética. La conquista almorávide, con la que se abre un período de intolerancia y retroceso cultural, puso fin al esplendor de la poesía andalusí, mientras que se mantuvo viva con los almohades. Con los soberanos nasríes volvió una época de esplendor poético, floreciendo las formas habituales de la poesía clásica, como la oda.
Entre los poetas de al-Andalus destacaron Ibn Darray al-Qastalli (muerto en 1030), su contemporáneo Ibn Hazm, autor del famoso Collar de la paloma, tratado en prosa sobre el amor que intercala elegantes poemas, Ibn Zaydun (1003-1070), el rey de Sevilla al-Mutamid, Ibn al-Labbana (muerto a fines del siglo XI) e Ibn Hamdis (muerto en 1133).
En la primera mitad del siglo XII destacó un género típicamente andaluz, el muwassah, oda compuesta en árabe clásico destinada a ser cantada. En el siglo XIII debe mencionarse al qadi de Granada al-Sarif al-Husayni y en el XIV al granadino Ibn al-Hayy al-Numayri y al almeriense Ibn Jatima. En el siglo XV, la España musulmana contó con dos grandes figuras: Ibn al-Jatib e Ibn Zamrak.
Las obras de carácter científico alcanzaron gran desarrollo. En medicina, farmacología, botánica, geometría, astronomía o agronomía se recuperó el conocimiento de los antiguos autores griegos y romanos, pero, asimismo, se compuso una importante obra original, fruto de la observación de la naturaleza y de la experimentación.
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